Donde está el tesoro, está el corazón dice la Biblia en uno
de sus proverbios, cuanta verdad hay en esto. Para muchas personas su tesoro no
es algo material, tiene que ver con los sentimientos, o con su propio yo.
Muchos se ven a sí mismo como su tesoro más preciado, son aquellos que creen
que pueden todo, que no dependen ni necesitan a nadie. Ellos hablan de sí mismo
como lo más importante en el mundo, se consideran irreemplazables; intocables y
sumamente inevitables para que el universo siga funcionando.
Qué triste me pone escuchar a esas personas que dicen: yo no
le debo nada a nadie, todo lo que hice lo hice solo, por mí mismo. Que orgullosos
que suenan esos que dicen: si no fuera por mi ustedes no hubieran logrado nada.
Más tristeza causan los que creen que ni siquiera necesitan a Dios en sus vidas
y que por sus propios medios se pueden salvar.
No hay forma de llegar a Dios sino es por medio de Cristo,
no hay método o buen comportamiento que me de validez para ser llamado hijo de Dios
y alcanzar la vida eterna, sino sólo la fe. El que hizo todo es Jesucristo, no
hay otro que haya hecho o haga más que él por mi y por todos los que creen que
no necesitan a nadie.
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